UC - Entrevistas
Desde Enrique González Macho hasta Ángeles González Sinde, pasando por Agustín Díaz Yanes, Nacho Vigilando, Eduardo Chapero-Jackson, Karra Elejalde, Fele Martínez o Luís Manso entre otros muchos otros nombres de la industria cinematográfica española se pasean por ‘La pantalla herida’, un documental atípico que pretende hablar alto y claro sobre los problemas que sufre el cine español desde hace años, poniendo en boca de sus propios protagonista cuestiones como el oscurantismo de las subvenciones, el precio de las entradas, la falta de comulgación con el público, etc… Hablamos con el artífice de esta radiografía nacional, Luis María Ferrández. Profesor de cinematografía de la Universidad Francisco de Vitoria que ha trabajado durante años como asesor y analista de guiones, así como ayudante de dirección en varias producciones como 'Holmes & Watson. Madrid Days' de José Luís Garci. Responsable también de varios cortometrajes, como '3 de Mayo', 'Clarividencia', 'Hemisferio' o 'Copenhague', siendo ‘La pantalla herida’ su primera película. |
-‘La pantalla herida’ aborda un tema tratado en corrillos, bares… pero nunca frente a una cámara y menos aún en boca de sus protagonistas, actores, directores, productores, distribuidores… ¿De dónde nace la necesidad de hacer este documental?
Pensé que era una pena que ese tema se quedara entre esas cuatro paredes, y pensé que lo bonito era abrirlo, abrir al público los debates que teníamos en las sobremesas, en los bares… me estuve documentando y vi que no se había hecho nunca… cosa que me pareció un poco extraño y además luego me embadurné del espíritu de las Conversaciones de Salamanca, para mí fundamentales. Hace 60 años se juntaron una serie de personas (como Berlanga, Muñoz Suay, Torrente Ballester…) para hablar sobre la situación del cine en ese momento… y pensé: por qué no grabarlas, por qué no juntarnos y grabar. Surge de una necesidad de poner mi pequeño grano de arena en la historia del cine español. Con ‘La pantalla herida’ quería hacer una película que te haga reflexionar, para que inquiete y para que sea una chispa y una llamada de atención.
-Se señalan en el documental algunos problemas concretos: las subvenciones, que si los guiones no conectan con el público, el precio de las entradas… ¿no se han conseguido superar estas cuestiones? Siguen siendo un poso dentro de la profesión.
Evidentemente no está superado, se sigue debatiendo sobre ello. ¿Por qué? Pues porque quizá la industria cinematográfica española ha hecho cosas muy bien pero también ha hecho cosas mal, como todos los sectores. Está anclada sobre unos vicios que son difíciles de quitar. Pero el problema sobre todo es que es una profesión muy pequeña donde se conoce mucha gente, donde hay intereses como en todas, y donde se depende económicamente de unas ayudas estatales, de las compras de las televisiones, etc… es una fiesta a la que todo el mundo quiere entrar pero para la que hay pocas invitaciones… y al final todo eso hace que todo el mundo tire a su lado. Desde mi punto de vista en el cine español falta más unión. Y eso queda absolutamente reflejado en todas las opiniones del documental: desde el presidente de la Academia hasta el último. Aquí todo el mundo habla, pero habla de lo suyo. De alguna manera hay que empezar a superar esos vicios en los que ha estado anclado el cine español en los últimos 30 años, y creo que es importante empezar a hablar entre nosotros, y no sólo hablar entre sectores… ¿por qué los productores no se juntan con los guionistas?, ¿por qué los guionistas no se juntan con los foquistas?, ¿por qué los foquistas no hablan con los maquilladores? Pero hablar de verdad, no hablar de los rodajes en los bares. De alguna manera hemos jugado siempre a hacer equipos, porque hay que hacer equipos… pero son equipos que se desconocen. A mi me sorprende mucho que haya actores que no sepan como funciona la industria cinematográfica real, o que los productores no conozcan cuales son las necesidades reales de los actores, o los actores las de los técnicos… y estamos todos juntos haciendo un trabajo. Hay que empezar a conocernos más. Por eso creo que hay una serie de cosas que no se han superado, pero que se van a empezar a superar. Y se van a empezar a superar porque en el cine lo que realmente está pasando es lo mismo que está pasando en el país: que estamos viviendo una época nueva, una época de cambio y de convulsión donde hay una necesidad de cambio y además de cambio generacional.
-Entonces, si se conocen esos problemas… problemas de oscurantismo en las subvenciones (que dice incluso claramente Susana de la Sierra sobre el ICAA), en la distribución con los paquetes de películas que favorecen la exhibición de los blockbuster, el precio de las entradas… Si los conocemos y sabemos de qué pie cojea cada agente y su parte de culpa ¿qué nos impide solucionarlos?
Yo creo que es una cuestión de que, claro, es fácil poner las soluciones encima de la mesa, pero no es tan fácil llevarlas a cabo de una manera objetiva. Porque hay muchas voces, hay muchas opiniones, somos muchos sectores y, al final, todo el mundo arrima el ascua a su sardina. Creo que, en el fondo, es una falta de solidaridad, y cuando empecemos a pensar más en los problemas del otro que en los nuestros empezaremos a arrancar y a crear una serie de verdaderas soluciones para los problemas que hemos tenido hasta ahora.
-¿Es entonces un problema de status quo? ¿Hay alguien interesado en que no cambien las cosas?
Pues no lo sé. Pero está claro que hay un modelo de producción cinematográfica que ha valido en los últimos años pero que ahora mismo, como muchas otras cosas en el país, se está quedando obsoleto. La crisis ha arrasado con muchas cosas, incluso ha arrasado con muchas formas de pensar. Nunca se habían cuestionado muchas cosas que se están poniendo ahora y al final todo es un problema económico. Cuando te tocan el bolsillo es cuando empiezas a tener dudas existenciales. En el cine pasa lo mismo. ¿Un problema de status quo? Pues quizá es una cuestión de que cuando había vacas gordas y la vaca daba leche pues nadie se preocupaba, ahora que la vaca no echa leche pues la gente está desesperada buscando vacas. Y como no hay vacas por el monte pues entonces la culpa es de todos. Entonces, lo que hay que hacer es despabilar, darse cuenta de que la sociedad está cambiando, que el cine está cambiando, que la forma de hacer cine cambia y que todos, desde el más importante hasta el último, tienen que hacer cine desde otro punto de vista.
Foto: Mª Carmen Fúnez
-Hablando de ese relevo generacional, en el documental se echa un poco de menos esos nuevos directores que están saliéndose ya un poco de la tangente y demostrando otro cine y con éxito.
Bueno, en el documental está Eduardo Chapero-Jackson, Nacho Vigalondo… o sea, son dos directores que representan una generación nueva de hacer cine. Claro, lo que yo no considero todavía como cine, es una serie de películas low-cost o estas de crowdfunding… porque eso no genera industria y a mi me parece que está muy bien para pasar el rato, como hobby… pero eso lo que puede hacer es terminar ya de arrasar el poco tejido industrial que queda.
-En ese sentido ¿crees entonces que puede ser peor el remedio que la enfermedad?
Yo creo que sí. Fíjate, estamos en un momento cuando más cine se ve y cuando menos gente vive de ello. Con lo cual, cuando pasa eso tenemos que plantearnos que hay algo que se está haciendo mal. Y sobre todo porque nos anclamos en unos vicios. Si cuando yo como productor hago una película y no pago a nadie, yo luego no puedo exigir que me paguen cuando otro me produce. Entonces, estamos creando una generación de gente que se está acostumbrando al “cómo no tengo dinero… ¡por amor al arte!” Perfecto, pero tú luego querrás que cuando alguien te produzca una película te pague y ¿con qué derecho vas a exigir que te paguen si tú no has pagado? Eso no es justo. Tenemos que empezar a educar desde la base: si no tienes dinero, búscalo, ahórralo, consíguelo. Y si no lo encuentras no lo hagas. Vamos, que yo lo que no voy a hacer es pegar una pedrada a un escaparate para llevarme un coche cuando no lo puedo pagar; y creo que en el cine nos estamos agarrando un poco a eso un poco con la excusa de la ilusión y de que esto es arte y cultura.
-No sé si es porque no coincidisteis en el tiempo, pero durante los últimos meses el éxito de ‘Ocho apellidos vascos’, ‘Tres bodas de más’ y una serie de comedias bomba sí han conseguido ese vínculo con el público que analizáis en el documental como uno de los problemas.
Cuidado, no estoy muy de acuerdo con eso. Porque una película de repente conecte con el público y haga un bombazo, eso no significa que lo del público español esté arreglado. Porque ‘Ocho apellidos vascos’ ha sido un exitazo, pero hace nada se ha estrenado una película con Leonor Watling que no la ha visto nadie… no me acuerdo ni del título. Todos los viernes se estrenan películas españolas que ni siquiera se conocen. Es decir, no nos agarremos, no seamos cortos de mira y no seamos tan intelectualmente pobres para decir ‘Ocho apellidos vascos’ es un éxito y que el cine español se ha arreglado. Porque esto ha ocurrido siempre, en momentos de crisis siempre hay alguien que pega un petardazo, pero eso no significa que se arregle una profesión. Es decir, lo que no vale es que si tenemos un hospital con 300 enfermos y si nos mueren 298 digamos: ya pero como dos han sobrevivido somos un cracks. No, eso no vale. O sea, ‘Ocho apellidos vascos’ es un espejismo en un desierto, me parece fantástico que haya funcionado pero ¿y…? Yo prefiero que en vez de hacer 60 millones una película y las demás cero, que setenta películas hagan tres millones cada una. Porque creo que eso de alguna manera lo que está haciendo es tergiversar la realidad.
-Eso en cualquier caso supongo que, de algún modo, dependerá del público… y, si me permites, hecho en falta en el documental la presencia del espectador, declaraciones a pie de calle de los que van al cine. ¿A qué se debe?
Pasa una cosa: si yo hago esas entrevistas tengo que hacer un estudio demográfico fiel. Entonces, yo tengo 85 minutos y no puedo meter a dos personas nada más. No puedo irme a una cola de un cine y preguntar a una señora y a un señor, porque no queda como validez. Entonces tendría que meter quince personas de diferentes estratos sociales. Si yo meto quince referencias aunque sea de una sola frase ya me como quince minutos de documental. Era: o lo hago, y si lo hago conscientemente, o no lo hago. Entonces me dices “es que echo en falta al público” y ¿qué hago, pongo a uno… pongo a mi prima hablando? No vale, tendría que poner una población muy heterogénea con diferentes edades y eso se come medio documental.
-En cualquier caso la película tiene una gran capacidad docente, explica muchas cosas y en boca de sus protagonistas. Y ¿quería saber qué ruta va a tener el documental? Si vais a buscar un estreno comercial, va a seguir paseándose por festivales (ha estado en Málaga y Alicante) o también va a servir como material en academias, institutos… Lo cual me lleva a preguntarte también por ese educar el público del que se habla en ‘La pantalla herida’.
Este documental una de las vías por las que se va a ver (a parte de por las televisiones que lo han comprado) es en academias, escuelas, talleres, facultades de comunicación, etc. ‘La pantalla herida’ tiene un larguísimo recorrido. Quizá hasta tenga más espectadores que ‘8 apellidos vascos’ porque es un producto divulgativo que va a servir para que la gente nos conozca y que sepa que hay que educarla audiovisualmente. Y que sepa que la pantalla de cine está para ir a ver las películas. Lo dicen en el documental: tenemos un hijo y ya le ponemos una tablet en las manos… ya no va a ir al cine. A mi no me parece mal que no se vaya al cine pero hay que educar visualmente a la gente. Igual que se la educa para comportarse en la mesa hay que educar audiovisualmente a la gente, porque yo creo que de ahí depende que el producto audiovisual siga existiendo como tal.
Foto: Mª Carmen Fúnez
-Ya para acabar, me gustaría que nos hablaras de esas “Conversaciones de Salamanca” que estáis organizando para toda la industria cinematográfica, ¿en qué va a consistir, qué temas se van a tratar, quién va a estar invitado, qué fechas manejáis?
Estamos en conversaciones con entidades de gestión y universidades que van a apoyar el proyecto y lo que vamos a intentar es que haya una representación (al estilo de ‘La pantalla herida’) heterogénea de todos los sectores a nivel individual. También se invitará a asociaciones… pero va a ser una cosa absolutamente limpia, me refiero a que no tiene ningún sesgo político ni asociacionista. Vamos a invitar a la gente; el que quiera que vaya y participe en las mesas y coloquios en los que juntaremos a diferentes sectores e, igual que en ‘La pantalla herida’, hablaremos, debatiremos y luego sacaremos unas conclusiones que se enviarán a los medios como las conclusiones de las Segundas Conversaciones de Salamanca. Es algo muy quirúrgico, muy limpio y muy claro a través de mesas redondas, coloquios… también vamos a hacer una retrospectiva de Gonzalo Torrente Ballester, que estuvo muy implicado en las primeras conversaciones hace sesenta años. Estas segundas vamos a intentar que coincidan las fechas con las primeras conversaciones, para mayo de 2015.
Entrevista realizada por Manu Cabrera.